jueves, 25 de marzo de 2010

El mago en venta

Estreno la sección "Generación 21", relatos de los primeros que hice (bastante mal estructuradas, todo sea dicho) y luego, renovados y cambiados para intentarles dar mas sentido. Con este relato, al cual le tengo mucho aprecio empiezo el homenaje a buenos amigos y personas que se han cruzado por mi vida, con sus anécdotas, vivencias, costumbres y manías. Es decir, aquí hay un pedacito de realidad, muy importante para mí, aunque en parte deformada para darle un toque cómico a los relatos. Espero os guste éste y los que colgaré en el futuro.

Suena el timbre por quinta vez una tarde de Julio de 2006, estoy en bóxers en plena siesta, una ligera y agradable brisa por la ventana abierta. Me levanto contrariado y sólo escucho “le interesa nuestra colección de enciclopedias que…”. “No, no nos interesa, adiós!” respondo cabreado.


No he tenido tiempo ni de cruzar la puerta de mi habitación cuando suena de nuevo el dichoso timbre. Chillo por el interfono “No queremos bibliotecas!! (ya no se ni que digo, no se decir ni enciclopedias).

—Macho, que soy Iván. —una voz familiar me responde.

—Ok, sube. —me pongo una camiseta y me dirijo a mi novia— vístete que sube un amigo.

Se nota que lleva años vendiendo: colecciones de libros (inventos de la historia moderna; la exclusiva enciclopedia del arte …), algún utensilio de cocina (un pequeño aparato para trocear, cortar, rallar, picar hielo, ligar salsas y moler café: increíble…pero falso) y hasta un aspirador futurista exterminador de ácaros que apenas uso.. Cuando se siente agobiado toma el paro un par de meses y viaja para recargar pilas… Ahora lleva un año vendiendo colchones, ergonómicos, fáciles de limpiar y con un material extremadamente resistente. Que sus conquistas queden satisfechas ya depende mas de él.

Tiene la virtud de hacer crear necesidades a sus clientes como cual mago engaña a sus espectadores focalizando sus miradas en un punto mientras saca un as bajo la manga, hace vendas factibles en clientes improbables, saca conejos de la chistera y seduce como una médium lee en las cartas lo que la clienta maruja quiere oír. Para ligar no le ayuda su barriga incipiente y la calvicie prematura. Solo tiene su arroyo de anécdotas y chistes. Encadena temas y hace relaciones con la facilidad con la que yo me puedo tomar un café.. pero suele fracasar antes el guaperas fashion con cuerpo de gimnasio aparecido de no-se-sabe-donde.

Tomamos en el sofá unos ganchitos remojados con cerveza, charlamos un poco y nos invita, con su envolvente voz, a tomar algo esta noche por las Ramblas. Como buen vendedor, aceptamos su plan irrechazable: un conocido de aquí, dos amigas de allá, el primo andaluz y su tío el separado.

Su objetivo: la “champions” (extranjeras que viven o hacen turismo en Barcelona). Puede mantener una conversación de introducción en portugués, francés, alemán, flamenco y albanés. En los albergues hay un retrato de frente y perfil con el título “Se busca” y en las oficinas de turismo de países de la CEE alertan a los grupos de chicas que viajen a la ciudad condal. Sigue empeñado en presentar al señor Hereu un plan novedoso: “Servicio de atención a la turista: cultura y ocio para jóvenes universitarias de Erasmus, todo incluido”. Eso sin dejar de ensayar nuevos trucos de “escapismo” e “hipnosis” para espectadoras de Centro y Suramérica, no sea que se le olvide castellano.

Ya en el pub irlandés Iván va a buscar una pinta extra; difícil con el poco espacio entre la barra y la pared y el pasillo repleto de gente con cervezas en la mano. Encajonadas en la esquina más cercana a la puerta del lavabo, tres chicas pecosas, de mejillas rojizas y agobiadas por el bullicio.

—Where are you from, girls? Belgium? France? Switzerland? Nederlands?

—Somos francesas, yo hablo español.

—Je parleux un petite de français… – Iván se dirije a la chica mas guapa de las tres—os he visto aquí tan apretadas y en nuestra mesa se acaban de desocupar tres sillas…podéis sentaros con nosotros.

Aceptan con tal de no estar recibiendo codazos del grupo de escoceses de al lado.

—Sabes, tu cara me suena de algo –le dice Nicole tras sentarse y observar ese rostro de pícaro.

—Has soñado conmigo quizá?

—Jajajaja. No. Mis sueños nunca se ajustan a la realidad. Me gustan los chicos malos.

—Quizás hoy tengas mejor suerte… —dice guiñando un ojo— no lo digo por mi que soy poco atrevido, siempre espero a que se abalancen sobre mi. —Nicole lo mira sonriendo— Mira, haremos una apuesta. Me juego una cerveza a que serás tu la que busque mis labios… —Nicole apenas tiene tiempo de asentir porque Iván se abalanza. En la barra Iván paga un par de birras.

En el trayecto desde el portal hasta el ascensor ya están con las camisetas fuera, y entre la puerta y la cama el resto de la ropa queda esparcida por el suelo. Beben una cerveza directamente del cuerpo del otro e Iván constata porque a eso le llaman francés. Nicole se queda encantada de la comodidad del colchón en la actividad que le encanta (involuntariamente, una venta más).

El día siguiente, hacen las dos rutas principales del bus turístico, Nicole queda encantada con Gaudí y las informaciones adicionales de su guía particular. Tras un bis en el pub irlandés, juegan con esposas, antifaces, lencería de fantasía para ella y un pequeño latiguillo inofensivo. La mañana siguiente, Iván vende 4 o 5 colchones (esta vez sin comprobación in situ por parte de los clientes) y por la tarde, con Nicole de paseo por las callejuelas de la Barcelona romana; en una excesivamente estrecha encuentran una pequeña tienda. Un simple rótulo: disfraces. Dentro, una orgía de pelucas, vestidos, sombreros, maquillajes y accesorios de todo tipo. No falta la conejita de playboy o Charlot, vestidos franceses de época, trajes futuristas, caretas de Aznar y de Bush con la nariz alargada, vestidos de insecto o de bruja sexy. Iván atraído por un sombrero de copa a juego con varita mágica y juego de cartas trucados. Separados, los dos se compran un disfraz sorpresa.

Tras la cena, en casa, se cambian para la representación. Nicole aparece con zapatos de tacón alto, una minifalda escasa (o cinturón) de color negro, top rojo escotadísimo, capa larga, dentadura postiza con colmillos y maquillaje en todo el rostro. Iván se la mira bajo su peluca rizada color fucsia, zapatos rojos del número 60, calcetines largos tricolores, pantalones amarillos y chaqueta verde con lunares azules con una flor en el pecho que lanza agua. Nicole le hace sonar la naricita roja y le propone otra apuesta: el primero que se corra deberá salir a la calle con el disfraz correspondiente.

Al mediodía siguiente, Iván aparece por delante del dedo de Colón luciendo maquillaje y peluca con dignidad, acostumbrado como esta a presentar el colchón. Sonríe a todo el que se le acerca, se toma fotos con turistas, tropieza de manera natural delante de grupos de ciudadanos perplejos y echa agua a una pareja a la que había vendido un colchón el día anterior. En un momento, se acumulan familias formando un círculo alrededor de él. Niños y niñas se abrazan a él, Iván les saca monedas de cinco céntimos de sus orejitas. Se reúne con Nicole dos horas después en un bar cercano. Con el dinero ganado piden una paella y varias cañas.

Una semana más tarde Nicole e Iván se abrazan en el Aeropuerto del Prat. De regreso mi amigo se despide del jefe. Su amiga parisina le enviará mails con videos altamente eróticos (creo que es el único conocido a quien una mujer le envía este tipo de correo) y él le enviará fotos de sus primeras actuaciones en cumpleaños infantiles. Ella le animará a seguir actuando sin tener la necesidad de vender nada. Aquellos pequeños espectadores no quieren nada material, y la mejor recompensa es acabar la representación con sonrisas en sus pequeños e inocentes rostros. Se acabó el mago, ha nacido el payaso.


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